«Discutir contra la globalización es como argumentar contra las leyes de la gravedad». Kofi Annan.
El transporte marítimo ha sido una actividad humana importante a lo largo de la historia, particularmente donde la prosperidad dependía principalmente del comercio internacional e interregional.
Debido a una serie de factores tecnológicos, económicos y socio-culturales, raramente un país puede mantenerse completamente aislado de las actividades económicas de otros países. De hecho, muchos países han visto un crecimiento económico asombroso en el pasado reciente debido a su voluntad de abrir sus fronteras y mercados a la inversión extranjera y al comercio.
Este aumento del flujo de conocimientos, recursos, bienes y servicios entre las naciones se llama «globalización», y ha sido formalmente definido como «el desarrollo de una economía global cada vez más integrada, marcada especialmente por el libre comercio, el libre flujo de capitales y el aprovechamiento de los mercados laborales extranjeros más baratos».
Las tendencias de la globalización son elogiadas o criticadas, respectivamente, como beneficiosas o perjudiciales para la estabilidad global, el medio ambiente, la paz y el desarrollo sostenible.
Existe una relación simbiótica entre la globalización y el transporte marítimo. El transporte (en general) y el transporte marítimo (en particular) han sido y contunúan siendo un ingrediente clave para fomentar la globalización. De hecho, la industria marítima en las últimas décadas, ha transformado sus tecnologías, registros nacionales y recursos laborales para servir a las demandas de la globalización.
La expansión del movimiento de mercancías para satisfacer las necesidades de un mundo globalizado no es gratuita. En particular, hay una serie de impactos energéticos y ambientales asociados con el movimiento de bienes. Según la EPA de los Estados Unidos, el transporte marítimo representa en conjunto más del 25% de las emisiones de CO2 de los Estados Unidos, aproximadamente el 50% de las emisiones de NOx. En Europa generan más del 30% de las emisiones de CO2 del sector del transporte.